Sus rostros están protegidos con las mascarillas. Los mecánicos están aplicando todas las medidas de seguridad, sin embargo, están sentados esperando que los clientes comiencen a llegar a los talleres de repuestos.
La reapertura gradual de la economía empezó hace una semana, pero contrario a lo que pensaban estos comerciantes de la industria automotriz, los clientes han llegado levemente, aunque el miércoles que se inició la primera fase de reactivación, se vislumbraba que todo marcharía bien.
Eran las 2:00 de la tarde de ayer miércoles y los mecánicos de los negocios de la calle Marcos Ruiz, conocida como “La 20” en Villa Juana charlaban entre ellos porque mientras antes del coronavirus atendían hasta 10 personas, ahora si reciben dos es mucho, tal como ellos relatan.
Abraham Báez, empleado de una microempresa de ventas de luces y otras piezas de vehículos, comenta que encima de que tenían dos meses en sus hogares sin generar dinero, están en los negocios esperando a la gente.
“Mira, hoy sólo han venido cinco personas a preguntar por algunas cosas y cuando están aquí a veces no tenemos lo que buscan porque muchos suplidores están cerrados”, comenta Abraham, quien arquea las cejas al decir esto y al lamentar que antes de la pandemia del COVID-19 los meses “flojos” para ellos eran enero y febrero, pero este 2020 continuó “la mala racha” en marzo, abril y mayo.
Un señor que aparenta de más de 50 años arrastraba un gato para carro en medio de una calle de Villa Juana y desde ahí pareciera como si el negocio se hubiese activado. Sin embargo, al entrar a los negocios la realidad es distinta: están vacíos.
En los alrededores de este barrio hay varios negocios que ofrecen piezas para autos y entre ellos deben competir para atraer los pocos clientes que aparecen ahora en este momento de emergencia nacional.
Otro mecánico consultado por Listín Diario durante un recorrido expresa que “la cosa está mala en la vida real. Uno consigue un cliente ahora por chepa. Hay menos gente que antes de que iniciara el coronavirus”.
Ellos tienen en común una queja y es que a pesar de que ya reabrieron sus pequeñas empresas, tienen la difícil tarea de cobrar el mismo precio que antes por la mano de obra y hacer el trabajo bien, mientras las piezas les están saliendo más caras. Su descontento se debe a que, según ellos, muchos importadores ya habían pedido artículos antes de la pandemia y ahora se los venden más costosos alegando que el dólar está subiendo.