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La mejor universidad del mundo

9:28 pm agosto 28, 2023 9 min de lectura
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Artículo de Opinión

Recuerdo la mañana de un sábado de julio del 2020. La casa era la del hoy ministro Bisonó, para muchos “Ito”. Me había escrito en la semana para vernos ese día, algo usual y conocido para aquellos que lo conocen. Aunque la conversación se extendió, su propósito fue escueto: quería que formara parte activa de su nuevo equipo de trabajo como Viceministro en el Ministerio de Industria, Comercio y MIPyMES.

La propuesta no vino de la nada, lo había conocido hacía unos años, allá por el 2016 cuando me tocó ser anfitrión en su visita al lugar donde yo trabajaba en ese momento. Posterior a eso hice contacto con él por vía de un familiar que guardaba relación directa. Me intrigaba la política, no como actor, sino como mecanismo idóneo para hacer que las cosas sucedan.

A él lo vi como una figura que permitiría un acceso decente a ese mundo que me parecía tan complejo, fascinante e inalcanzable. Le colaboré en cosas mínimas, unos discursos aquí, algunas presentaciones allá; conversábamos de algunos temas donde le intrigaban otros puntos de vista, y hasta el ocasional cigarro de sábado o domingo por la tarde. Me integró a su Centro de Análisis para Políticas Públicas y me introdujo a su familia, que luego de conocerla y establecer relación con ella, reconfirmó que mi percepción de él era la acertada.

Debatí mucho aquella propuesta de Julio. Mientras lo hacía me sentía como cocinero aprendiz siguiendo el paso a paso de una receta llamada tormenta perfecta: un mundo cerrado por la pandemia, combinado con protestas en la Plaza de la Bandera, maridado en un contexto de un reciente intento forzoso de reforma a la Constitución, combinado con unas elecciones interrumpidas por fallos en el sistema electoral, y emplatado en una gran incertidumbre.

Si declinaba no tendría otra oportunidad similar, no contaba con vínculos políticos ni una relación cercana con ningún otro político depurado. Si aceptaba me adentraba a un mundo desconocido sin aparente beneficio más allá de la exposición, y con grandes desafíos a las finanzas personales. Dejaba atrás una carrera profesional en el sector privado que apenas despegaba, junto a sueños y visiones preconcebidas de mi futuro.

Estaba decidido a desestimar, y cuando me apersoné a comunicarle mi decisión no conté con las palabras del “mister”: Yo tú lo pensara bien. Lo que aquí se aprende no lo enseñan ni en las mejores universidades del mundo. Puedo mentir y decir que mi motivación principal fue contribuirle a mi país, aunque fue una de ellas, pero la verdad es que me aventuré motivado por esto, por aprender. Tengo para decir que no se equivocó.

Gracias a esta experiencia reconozco que tenía una noción errada del político, del trabajo político y de la administración pública. Aprendí que la política es ciencia, aunque realmente es “el arte de lo posible”. Que es importante tener ideales, que es crítico tener firmeza de principios y valores, pero que nada de eso importa si no se es decisivo en el accionar. Que la política es implacable con el tiempo perdido, y que los momentos no se repiten.

Aprendí que no siempre son los temas, o las decisiones, sino el contexto en el que se asumen las mismas. Que las decisiones son complejas, y se requiere coraje para asumirlas fundamentadas en principios y valores claros.

Aprendí que se necesita “piel de cocodrilo” para enfrentar las críticas, y “guantes de seda” para lidiar con quienes te adversan. Que juzgar es de cobardes cuando se hace de forma prematura, y dejarse llevar de apariencias se constituye en el anzuelo del mediocre.

Comprendí que la capacidad está obligada a ser acompañada de sagacidad, y ser intuitivo es la insignia del que sobresale. Que asumir este oficio con seriedad implica tener amplio conocimiento del pasado, grandes habilidades para lidiar con el presente, y visión acuciosa para construir el futuro.

Conocí la criticidad de un correcto balance entre la percepción y la realidad. Que trabajar solo para la percepción te desnuda en el tiempo, y que trabajar sin atender la percepción es el sello de una carrera efímera.

Entendí que trabajar para el colectivo conlleva un peso, y una gran satisfacción. Palpé lo complejo y lo bonito de este oficio, y sobre todo aprendí a apreciar aquellos que sobresalen al hacerlo.

Y es gracias a estas lecciones que hoy, frente a otra bifurcación, decido emprender el rumbo hacia una nueva aventura.

Tal vez no siempre sucede esto, tal vez todo lo que tuve fue suerte en esta “universidad”. Suerte de encontrarme con la oportunidad correcta, y de trabajar bajo la sombra de una persona que personifica la definición de un político consumado. Para el ministro Bisonó no hay hora que no le dedique al trabajo, no hay tema que lo acobarde, no hay tiempo que pase perdido, y no hay momento que dedique a otra cosa que no sea lo que lo apasiona.

Con una capacidad para estar en 10 sitios a la vez, atento al más mínimo detalle, y todo sin perder la forma, la puntualidad, ni la compostura. Que en los momentos de mayor tensión y preocupación siempre dice “si fuera fácil cualquiera lo hiciera” o “si fuera fácil fuera aburrido”. Que no le tiembla la mano para hacer lo incómodo, y que valora las formas y los códigos establecidos. Pero por encima de todo lo caracteriza su decencia, su ecuanimidad, su consistencia y su actitud cuando más importa. A él, mi gratitud y lealtad de por vida.

Pero no fue solo la cabeza, ni tampoco solo mi persona, conté por igual con un equipo altamente capaz y comprometido, y con colegas de todo tipo que sirvieron de fuente de conocimiento para un abanico de cosas. Cualquier éxito que pueda ser atribuido se logró gracias a todo un cuerpo de recursos que trabajaron al unísono para alcanzar dicho objetivo. A ellos también mi agradecimiento infinito.

Al Presidente Abinader le agradezco la confianza depositada en el ministro Bisonó, y por permitirme servir en su gestión. Verlo trabajar con el compromiso y tenacidad con la que lo hace reafirma mi convicción de que tenemos mucho por el cual ser optimistas del futuro. La tarea es muy compleja, los retos infinitos, pero la persona y su administración genera confianza, la confianza genera estabilidad, y la estabilidad es el ingrediente más crucial en toda receta de crecimiento económico y social.

Me recomendaron hacer un resumen de la gestión, que al final debía enumerar todos los logros, todos los proyectos, todo un resumen de lo que yo fui parte; algo así como dejar constancia para que luego se sepa qué se hizo.

Me encuentro eso sumamente frustrante, aunque lógico. Y aunque me inclino más a la postura de que aquellos que deben saber, saben, me permito mencionar que me llevo la gran satisfacción de haber colaborado para resaltar el posicionamiento de las zonas francas en el desarrollo de nuestro país, el haber trabajado en la dinamización de un pilar económico con tantas externalidades positivas para el progreso social con récords históricos tanto en la generación de empleos como en las exportaciones, el haber aportado en el desarrollo y fortalecimiento de sectores y proyectos estratégicos para el país del mañana, y el haber sido parte intrínseca de la construcción de la visión y la estrategia del “nearshoring” como generador masivo de oportunidades para la República Dominicana. Le dediqué todo mi tiempo, puse todo mi empeño y esfuerzo, y salgo con la satisfacción de un tanque vacío por consumir todo el combustible en el trayecto.

“Estudiando cualquiera pasa”, y mirando hacia atrás cualquiera identifica donde lo pudo hacer mejor. Aunque admito me sucede, me quedo con la satisfacción de haber tomado las mejores decisiones que podía, con la información que se tenía a mano, en el contexto en el que sucedieron. Una persona oportunamente me dijo antes de asumir la posición: “al único que le hace falta el cargo cuando se va, es al que le hacía falta cuando entró”. Pensé salir con enseñanzas, y salgo también con madurez. Pensé salir con relaciones, y salgo también con grandes amistades. Pensé en lo peligroso de salir con un vacío, y salgo rebosado de gratitud.

Concluyo esta experiencia con una sobredosis de agradecimiento. Hoy nuevamente me arriesgo, esta vez con mayor conocimiento. Procuro nuevos horizontes con la satisfacción del deber cumplido, con la expectativa de un futuro que promete, con el orgullo de contar con líderes que admiten errores y actúan con decencia, y con gran entusiasmo para enfrentar los retos que están por venir.

Hace un tiempo un amigo me compartió una frase que su abuelo le reiteraba: “En las cuestas de la vida, diferente a las demás, las subidas cuestan menos, y las bajadas cuestan más”. El futuro depara muchas cuestas más, mientras tanto disfruto bajar de esta con la recompensa de una gran sonrisa y un deber cumplido.

Gracias de corazón por la oportunidad de servirles. Ahora, toca seguir construyendo desde otra parcela.

Autor: Carlos Guillermo Flaquer