Así fue primer debate: Un Biden inconexo y un Trump ajustado al mensaje repitieron consignas de la campaña

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Joe Biden, con corbata azul y traje oscuro, entró el primero, como estaba previsto. Donald Trump, con su característica corbata roja y traje también oscuro, le siguió. Así comenzó el primer debate presidencial de las elecciones de 2024 que, contrariamente a la tradición, se celebra sin público, sin asesores, sin intermedios, y con una medición estricta del tiempo en que cada candidato tiene la palabra.

Pero, cuando el debate comenzó, Trump se «comió» a Biden. El presidente apareció titubeante, con voz ronca. Su primera respuesta, a la pregunta sobre la inflación en Estados Unidos, fue recitada como si la hubiera memorizado.

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Biden, que siempre ha sido un mal orador, en parte debido a la tartamudez que tuvo que vencer de niño, se comía las palabras. Incluso desde el punto de vista visual la diferencia era favorable a Trump. El habitual tono anaranjado de la piel del candidato demócrata, con su pelo amarillo con toques fluorescentes, destacaba de manera espectacular frente al blanco mortecino de un Biden que, con su característica boca abierta mientras escuchaba, parecía haber salido de la ‘la noche de los muertos vivientes’.

Con semejante arranque, y considerando la tradicional tendencia a la antropofagia política del Partido Demócrata, no sería sorprendente que hoy hubiera voces en esa formación que reclamaran lo imposible: el reemplazo de Biden.

 los dos candidatos repitieron, una por una, las consignas de campaña. Biden no llevaba ni un minuto hablando cuando recordó que es «de Scranton, en Pennsylvania». Trump aprovechó su primera intervención para volver a soltar la locura de que el mundo está vaciando sus manicomios y sus cárceles para enviar a los internos a la frontera de Estados Unidos.

El actual presidente intentó, hábilmente, traer a colación la presidencia de Trump, lo que podría haber sido una estrategia vencedora si se entendiera al menos la mitad de lo que decía. Trump se dedicó a repetir su matraca habitual mientras miraba a la cámara, al contrario que Biden, que ponía una mirada extraviada.

El candidato republicano se dedicó a repetir las mentiras habituales en él, como que el asalto al Congreso llevado a cabo por sus partidarios el 6 de enero de 2021 era culpa de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y de la alcaldesa de Washington, Muriel Bowser (si ése es el caso ¿por qué arranca sus mítines con una grabación del himno nacional de Estados Unidos por los condenados a cárcel por ese acto?); declaró que la frontera entre EEUU y México es «el lugar más peligroso del mundo», dijo que los disturbios de Charlottesville en 2017, en los que neonazis asesinaron a una manifestante de izquierdas no ocurrieron, y prometió aranceles contra «los países que nos están robando».

Biden fue ganando poco a poco orden mental. Pero, con todo, había perdido – y por goleada – los primeros asaltos.